Conocer o entender la “chingada”
En el puente de la ignorancia a la duda razonada lo seres humanos hemos pasado por escarpados vericuetos, momentos en que pareció como fenómenos incomprensibles, en esa virtud los dioses se dieron vuelo imaginativo, dioses gobernadores, legisladores, jueces y legitimadores, de todo acontecimiento humano y natural; luego los dioses adelgazaron y quedó en un solo Dios con las mismas categorías. Con el tiempo el pensamiento maduró y se entabló un diálogo con Dios en la que reconoció su condición ontológica, Dios se hace presente por vía de su ausencia y dialoga mediante la interpretación de su silencio. El pensamiento científico se acomodó en esa cancha y fue explicando causas y efectos de los acontecimientos naturales y humanos, prueba de ello es que cada etapa de la humanidad deja una herencia valiosa en leyes que dan cuenta del “mundo de la vida” desde partículas nano-existenciales que documentan y demuestran todo movimiento.
Empero, el pensamiento científico creció de manera denodada y bajo el concepto del instante, la incertidumbre, el azar, la probabilidad, nos dictaron una lección de que las cosas no suceden como se preveían, sino en un comportamiento acordonado por las circunstancias caóticas. La teoría del conocimiento en virtud del “Sujeto y Objeto” en el siglo XX quedó superado con la idea Heideggeriana de “estar en el mundo, el ser ahí”, que se involucra con las categorías del conocimiento pero en relación con ellas, involucrado; en efecto, cantidad, cualidad, relación, modalidad han sido esenciales, pero no menos que virtudes, valores…, una forma de confeccionar una maquinaria de entendimiento responsable y tolerante, con “existenciarios” que superaba la maquinaria fría de ver el mundo desde una lente, lo sintetiza Albert Einstein: “un Dios que juega a los dados”.
La pedagogía que requerimos en este tiempo de sorpresas sobre sorpresas, debe llevarnos a una manera nueva de comprender, conocer, entender la normalidad; si nos separamos de la memoria escolástica, pasamos por avenidas de libertad y nuevas interpretaciones, con ello damos paso a lo excepcional, conocemos y entendemos lo que no es normal, lo excepcional, lo auténtico. Revisar el caos es una manera de hacer frente a la realidad que mezcla lo concreto y lo virtual en lo complejo de la vida. Sobre todo, a partir del lenguaje que nos reclama nuevas interpretaciones acordes a la nueva realidad y sus circunstancias. Un mundo nuevo con nuevas relaciones y fundamentos jurídicos, nuevos derechos, nueva pedagogía y sus consecuentes de nuevos comportamientos en medio de irregularidades humanas y naturales, que permitan conocer, entender, explicar, interpretar y argumentar una nuevo hilado y deshilado de la realidad.
Para entender y actuar en el mundo es preciso la reflexión, revisar que estás en el mundo y que en él y con él será la relación del “mundo de la vida”. El lenguaje cuya célula activa es la palabra que sintetiza todo en tres tiempos, pasado, presente y futuro. La palabra es puente para llegar al arte y a la verdad. Por ejemplo Octavio Paz dice en “El Laberinto de la soledad”: “El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador, pero éste, apenas deja desearle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles […] ¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular, esta frase es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aíre… La Chingada es la madre violada, en ello radica su fama, merced a no aportar voluntad. Chingada tiene significados que atienden a circunstancias de tiempo, de lugar, de convivencia, de moral, de ética…, ese poder que muestra en su significante a veces es apofántica, otras débil, surge de su prohividad, atenta contra el pudor y las buenas costumbres. Empero, la palabra siempre debe ser sostenida por la responsabilidad, por una virtud intelectual, hacerse cargo de sus enunciados.
Conocer y entender no es sinónimo. Conocer demanda información de un proceso educativo formal o informal; la información hace lo propio con hechos de la realidad. Conocemos el acontecer real de la vida, vamos más allá de entender. Entendimiento tiene relación con darse cuenta de lo que ocurre o sus significados, es decir, se trata de una interpretación particular. Se presumió que habíamos entrado a la sociedad del conocimiento pero se devaluó pronto en el discurso político; ingresamos a la sociedad de la opinión de manera pública, el docto y el no informado hacen uso del derecho de “doxa” sin restricciones ni exclusiones. El problema, ¿qué tanto conocimiento tenemos de un tema de interés público y que tanto entendimiento tenemos de un tema de interés público?, respuesta: son complementarios.